La condesa húngara Gabriela Erzsébet Báthory-Nádasdy de Ecsed (1560-1614) fue una destacada aristócrata imperial, relevante renacentista, madre de cuatro hijos y la europea más culta de su época. También fue juzgada y condenada como la peor asesina en serie de todos los tiempos, por desangrar a 612 niñas y muchachas para mantener la belleza y la juventud a cualquier coste. Y dicen que lo consiguió. Esta es su historia y su leyenda.
SU HISTORIA - DE LEYENDA.
Fundamentalmente, la Condesa Báthory robaba la belleza y juventud a sus víctimas bebiendo su sangre y embadurnándose con ella durante un rito de carácter ocultista, sádico y sexual. Ocasionalmente, también comía su carne.Para ello, claro, éstas tenían que ser jóvenes y hermosas. Si no, ¿qué sentido tendría?
En un principio, Elizabeth recurrió a las siervas que la atendían en su castillo: adolescentes y jóvenes de la zona, elegidas por su atractivo físico y por tener alguna cualidad que la Condesa deseara.
Castillo de Cachtice en Eslovaquia, testigo de los crímenes de la sangrienta condesa de Bathory.
Sin embargo, conforme depuraba su técnica, fue haciéndose con víctimas cada vez más y más jóvenes obtenidas en sus extensos dominios: muchachas casi impúberes, e incluso niñas mayores, a partir de los nueve o diez años. Sólo este grupo de población reunía las características físicas que Elizabeth Báthory deseaba: cutis y facciones infantiles y blanquísimas, silueta ideal, cabellos y dentadura intactos, ni una sola arruga, un montón de vitalidad y una salud a prueba de bomba, si habían sido capaces de sobrevivir a las elevadas tasas de mortalidad infantil de la época.
Además, conforme iban sufriendo sucesivas extracciones y debido a los efectos adelgazantes de la tortura, sus facciones se afinaban y sus cuerpos se volvían imposiblemente perfectos, etéreos. Así, en cierta forma, la Condesa se fabricaba "víctimas perfectas" a las que robar su belleza y juventud.
En un principio, le resultaba fácil obtenerlas. Cualquier familia plebeya se dejaría sacar un ojo por tener a una hija sirviendo en el castillo de la Condesa. Luego, las cosas se complicaron. Por un lado, cada vez quedaban menos muchachas idóneas en la zona. Por otro, comenzó a correrse el rumor de que algo terrible ocurría a las chicas en el castillo. Como consecuencia, Elizabeth tuvo que ir buscándolas cada vez más lejos, y aceptando víctimas cada vez más feas y mayores. En torno a 1608 tenía que conformarse incluso con mujeres de 26 años.
Entonces fue cuando, mal aconsejada por su amiga Erszi Majorova, comenzó a aceptar niñas y jóvenes de la burguesía adinerada y la nobleza menor para educarlas en los usos cortesanos. Esto le aseguró de nuevo un suministro de víctimas ideales a partir de 1609. Sin embargo, sus familias ostentaban distintos grados de poder, lo que resultó fatal para la Condesa. Las denuncias no tardarían en llegar.
Cuando el conde Thurzo asaltó el castillo de Elizabeth por orden del Rey, hallaron en él dos docenas de víctimas aún vivas, entre once y diecisiete años. Algunas de ellas lograron reponerse. En el propio castillo, desenterraron cincuenta cadáveres. Y los diarios de la Condesa aportaban detalles sobre un total de 612 víctimas sacrificadas en menos de siete años. Unas 80 de ellas pertenecían a las clases adineradas, y el resto al pueblo llano.
EL ELIXIR DE LA ETERNA PERFECCIÓN, BELLEZA Y CONTROL
El ansia por la eterna juventud y el afán por conseguir el control sobre el propio destino a través de la belleza perfecta no es cosa de hoy en día. Ha acompañado a la humanidad, al menos, desde que existe la civilización. La idea de obtenerlas mediante un hechizo o un bebedizo es una constante histórica entre los griegos, los persas, los romanos, los indios, los árabes y los chinos. Aparece en la mitología nórdica. Herodoto ya habló de unas "aguas" muy especiales en Egipto. Los alquimistas buscaban afanosamente el Elixir de la Juventud, identificado a menudo con la Piedra Filosofal, tanto en el mundo cristiano como en el islámico. Se conquistaron imperios buscando la Fuente de la Eterna Juventud.
Por otra parte, la idea de que es posible adquirir las características físicas o psíquicas de otra persona (e incluso de un animal) consumiendo su carne y su sangre nos ha acompañado desde el Paleolítico. El canibalismo ritual, utilizado por centenares de pueblos a lo largo de los milenios, está basado en este concepto. En la misa católica, sin ir más lejos, se consume simbólicamente "el cuerpo y la sangre de Cristo" en forma de pan y vino.
La Condesa Báthory era una mujer extremadamente culta, con acceso a toda clase de información, que vivía a caballo entre Oriente y Occidente. Expuesta al peligro de la vejez, la fealdad y las enfermedades, rodeada de muchachas jóvenes y bellas, no resulta tan extraño que uniera estas dos tradiciones para crear su propio monstruo. Su enorme poder feudal, donde nadie preguntaría por el destino de las siervas de una rica condesa, lo hizo posible.
EL HECHIZO SANGRIENTO
En un principio, el método de la Condesa para robar la belleza y juventud a sus víctimas era muy simple: un corte en las yugulares colgando de los pies, como si fueran ganado, bastaba para embadurnarse de sangre a placer.
Elizabeth constataría pronto que este método resultaba muy ineficiente. Al matar a la víctima, ya no se le podían hacer más extracciones en el futuro.
Por tanto, comenzó a desangrarlas lentamente a lo largo de prolongadas sesiones de tortura, donde trataba de preservar su vida para utilizarlas de nuevo en el futuro. Estas sesiones calenturientas, con un grado importante de contacto físico, adquirieron pronto un carácter erótico. Cuando Elizabeth creyó observar que la sangre de una víctima excitada sexualmente resultaba mucho más eficaz para transmitirle su belleza y juventud, vinieron a transformarse en largas sesiones de sadomasoquismo extremo.
Si Elizabeth hubiera tenido conocimientos básicos de anatomía y microbiología modernas, y acceso a antibióticos y fármacos contra la anemia, la mayor parte de sus víctimas habrían sobrevivido. Pero faltaban más de 200 años para que todo eso se descubriera, con lo que registraban un fallecimiento cada tres días. Por ello, Elizabeth siempre tenía una o dos docenas de víctimas disponibles en el castillo, para ir rotándolas constantemente. Con el paso de los años, la Condesa fue perfeccionando sus técnicas más y más. Hacia el final, las extracciones consistían en sofisticados rituales tan crueles y elaborados que sólo le permitían dormir unas pocas horas al día. Se alimentaba casi exclusivamente de la carne y la sangre de sus víctimas, y no se preocupaba de tomar medidas para ocultar sus acciones. Es probable que, sometida a enormes presiones externas, perdiera el sentido de la realidad.
Según cuentan, todos estos esfuerzos tuvieron su recompensa. Se dice que, una vez descubierta y emparedada entre los muros de su castillo, la Condesa Elizabeth Báthory moriría a los 54 años siendo la mujer más hermosa de Hungría y aparentando menos de treinta. Tanto es así que sus guardianes, soldadesca poco sofisticada y nada dispuesta a dejarse impresionar por los encantos de la madurez, se turnaban para espiarla por el agujero por donde le pasaban la comida. La leyenda de la Condesa Sangrienta había nacido.
REFERENCIAS CINEMATOGRÁFICAS
"THE COUNTESS" por July Delpy
ESTRENO 2009